Después de tanto tiempo sin publicar nada en el blog, elijo este título de una canción de The Doors para hacer un resumen de mi verano. El verano casi se ha ido, y atrás quedan diversos viajes por España en los que he tenido tiempo de contemplar preciosos paisajes, bañarme en varias playas, cambiar la rutina por la sorpresa de lo imprevisto, de la improvisación... La imagen situada a la derecha del texto, por ejemplo, pertenece al castillo de Santa Cruz, localidad coruñesa que, entre otros lugares, he conocido en estas vacaciones.
Tuve ocasión de disfrutar a mediados de julio, en Madrid, dentro de la programación de Los Veranos de la Villa, de otro concierto del magnífico Juan Perro. Y hace poco, el sábado 22 de agosto, tuve también la gran suerte de poder ver, en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, a Blanca Portillo, Asier Etxeandía, Julieta Serrano y el resto de actores que han estado interpretando allí, hasta este pasado domingo, 30 de agosto, una nueva versión de la clásica Medea de Eurípides.
Experiencias, todas ellas, maravillosas, al igual que mis nuevas lecturas estivales, especialmente la muy recomendable biografía del aventurero estadounidense Cristopher McCandless, Hacia rutas salvajes, escrita por Jon Krakauer (y llevada al cine espléndidamente por mi admirado Sean Penn). En música, he de destacar también a la banda madrileña Vetusta Morla, otro de mis recientes descubrimientos, con su espléndido álbum de debut Un día en el mundo.
En fin, sigo disfrutando, con todas sus imperfecciones, de eso tan díficil de definir a veces que llamamos vida, y este verano permanecerá grabado a fuego en mi memoria durante mucho tiempo.
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