"Y pensé en todos aquellos
que pasaron por mi vida,
los que dejaron huella en ella,
los que anduvieron de puntillas.
Me pregunté cuánto tiempo tardarían
en cicatrizar las heridas.
Pensé en que moría
sin haber llegado a los veintisiete,
edad maldita para todo
amante del rock como yo.
Recordé a Jim, a Amy,
a Janis, a Jimi,
recordé a Eduardo,
la estrella más fugaz de todas,
muerto con apenas veinte años.
Sonaron en mi mente
los acordes del "Acto",
"Autosuficiencia", "Quiero ser santa"...
Me acordé de su foto
con los otros Pegamoides
paseando en barca por el Retiro:
Nacho, Ana, Carlos, Olvido.
Me dije a mí mismo
que no todo fue en vano,
que nunca el tiempo es perdido.
Pensé que aquella imagen
no era otra cosa
que una foto borrosa.
Finalmente, pensé en mi familia:
mis padres, mis abuelos,
mis tíos y mis primos,
mis fieles amigos.
Me dije: "Si muriese ahora,
aunque lo hiciese tranquilo,
les destrozaría la vida.
Me queda aún mucho que vivir,
mucha guerra que dar,
muchos caminos que elegir,
mucho mar por contemplar".